La adolescencia es un reto tanto para los hijos, que experimentan cambios físicos y emocionales, como para los padres, que deben transitar esta etapa con ellos. La “revolución” hormonal, la búsqueda de la propia identidad, la frustración y las nuevas exigencias modifican su conducta, dificultando la manera en que los jóvenes se relacionan, en especial con su familia.
Los jóvenes experimentan un veloz desarrollo físico y cerebral, se amplía su capacidad de aprendizaje y, con la pubertad, se despierta su conciencia sexual. Si bien, no existe una edad exacta, se estipula que sucede entre los 10 y los 18 años, y su transición se verá influenciada por el entorno sociocultural, la educación y la crianza que reciba.
La rebeldía es clásica en los adolescentes, pero no siempre es un rasgo característico. Aun así, una de sus metas será lograr la independencia de sus progenitores, razón por la que experimentan cambios en su apariencia (forma de vestir, cabello, etc.). La mirada de sus compañeros también se vuelve más importante y su conciencia individual se acentúa, haciendo variar su bienestar mental, lo que afecta su relación con la familia.
Como padres, es normal querer acompañarlos lo mejor posible en esta etapa, pero ningún hijo viene con un manual y cada experiencia es única. Sin embargo, existen algunos consejos para padres que pueden ser de ayuda. Acá te los compartimos.
Si bien, un adolescente está expuesto a situaciones más difíciles que durante su infancia, confiar en él refuerza el vínculo. Eso sí, siempre dentro de un marco de honestidad y límites necesarios, fomentando la franqueza mutua a través de conversaciones sinceras. Ellos necesitan que les permitamos ser independientes, pero no que los dejemos solos.
Recordemos que solo es una de las etapas de la vida. Esto no significa que debamos ser blandos o no poner límites, pero sí necesitamos considerar la perspectiva de nuestros hijos para poder tomar mejores decisiones, atravesar el conflicto de manera saludable y evitar alejarlos.
También es importante conocer sus necesidades y para esto hay que respetar sus espacios y deseos. Así tendremos acceso a un mejor panorama para saber cuándo poner límites o no, sin obstaculizar la relación o el bienestar mental.
Siempre y cuando sus actos de rebeldía no los pongan en peligro, debemos dejar que los adolescentes cometan sus propios errores. Una equivocación, si se sabe guiar de manera constructiva, puede ser algo positivo en su educación. Durante la crianza debemos ayudarles a construir mejores valores y darles las herramientas para que no vuelvan a cometer ciertas faltas o conozcan cómo enfrentarse a ellas.
Más allá de respetar la creciente independencia de nuestros hijos, hay situaciones que no podemos obviar, siendo necesario intervenir o abrir conversaciones si reconocemos alguno de estos cambios:
Si bien, es una de las etapas de la vida más difíciles de transitar, la adolescencia no durará para siempre y es fundamental hacia el camino de la adultez. Acompañar a nuestros hijos será clave para superar altibajos y reafirmar sus virtudes y carácter, siempre con el propósito de guiarlos a que encuentren su lugar en el mundo y se conviertan en adultos responsables de sí mismos, comunicativos e independientes.