Nuestra piel es la mejor carta de presentación ante el mundo, y aunque nunca pensamos en ella como un órgano, no solo resulta que lo es, sino que además es el más grande del cuerpo.
Puede llegar a medir hasta dos metros cuadrados, abarcando hasta el 15% de nuestro peso y albergando hasta 300 millones de células.
Este órgano formado por tres capas -epidermis, dermis e hipodermis- tiene muchas funciones, como permitirnos emplear nuestro sentido del tacto a través de sus receptores (solo una mano tiene 17.000 receptores táctiles y 200 terminaciones nerviosas), regular la temperatura corporal, e incluso, actuar como escudo protector ante los rayos UV.
La melanina es la responsable de condicionar el color de nuestra piel.
Este pigmento -su cantidad y distribución- determina algunas adaptaciones que tienen los individuos contra su entorno.
Por ejemplo, una dermis oscura ayuda a proteger de quemaduras solares, mientras que la pálida evita la deficiencia de vitamina D en lugares con poca luz solar.
Lo es, y aunque a diario mueren unas 30.000 células de la piel, que son sustituidas por otras nuevas, esta capacidad de renovación puede perderse con los efectos de la edad, al sufrir daños graves y por los escasos cuidados.
Si bien es cierto que este órgano tiene una gran capacidad para mantenerse y resistir los efectos del viento, agua y calor, puede sufrir daños por problemas emocionales, malas prácticas (higiene excesiva) o enfermedades.
De hecho, un importante porcentaje de las consultas médicas familiares son por problemas cutáneos, que pueden ser infecciones, eczemas, psoriasis, acné, hongos, urticaria, lunares, alopecia e incluso, cáncer de piel.
Aunque la exposición al Sol es beneficiosa, también tiene consecuencias con diferentes tipos de gravedad, como la formación de arrugas, el envejecimiento, insolación, deshidratación, manchas y quemaduras.
Y de ello son responsables los rayos UV o radiaciones ultravioleta, ya que el exceso de exposición solar desencadena un proceso de reparación constante.
Esta actividad con el tiempo puede perjudicar al tejido porque a medida que envejecemos a la piel le cuesta más repararse a sí misma.
Por otro lado, demasiada luz solar aumenta las posibilidades de padecer cáncer. Cada año 2 millones de personas son tratadas por esta enfermedad, en la mayor parte de los casos por carcinoma basocelular y el carcinoma epidermoide.
A veces pensamos que la piel es tan autosuficiente que no requiere cuidados, pero no es así, necesita cuidado personal tanto en verano como en invierno:
La falta o el exceso de limpieza pueden afectar tu piel. Lo recomendable es que la limpies en tu rostro dos veces por día (mañana y noche) utilizando productos adecuados para tu tipo de piel.
En cuanto a tu cuerpo, una vez por día es suficiente, empleando productos suaves que no modifiquen el pH.
También es imprescindible que esté bien hidratada, y para ello puedes usar cremas. Sin embargo, no todas las zonas son iguales, por ende, en áreas delicadas como el contorno de los ojos, los labios o nariz, deberás emplear productos específicos.
Para finalizar, complementa tu rutina diaria con una semanal, que incluya: exfoliación una vez por semana y mascarillas (iluminadoras, hidratantes, reafirmantes, etc.) una o dos veces.
¡Ya lo sabes! Sigue estas recomendaciones y practica hábitos saludables para disfrutar de una piel cuidada.